Bruce Gibson / Thomas Harrison (eds.): Polybius and His World. Essays in Memory of F. W. Walbank, Oxford: Oxford University Press 2013, XVI + 416 S., ISBN 978-0-19-960840-9, USD 150,00
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El presente libro es resultado de un congreso organizado en Liverpool en 2007 para homenajear a Frank Walbank (1909-2008) con motivo de los cincuenta años de la publicación del primer volumen de su Historical Commentary on Polybius. Bruce Gibson y Thomas Harrison acercan al público especializado en esta oportunidad una variedad de estudios que constituyen una muestra de la vigencia del interés por la obra de Polibio en el siglo XXI. Formalmente componen el libro 18 artículos, a los que se suman una introducción historiográfica sobre Frank Walbank y un ensayo de recuerdos familiares escrito por Mitzi Walbank, hija de Frank. El libro posee además un completo índice de pasajes y otro de nombres, que facilitan su consulta.
Las temáticas abordadas son bastante variadas, aunque hay algunos trabajos cuya lectura conjunta puede resultar recomendable en la medida en que echan luz sobre aspectos complementarios. La introducción al libro (1-35), escrita por Bruce Gibson y Thomas Harrison, junto con el estudio de John Henderson sobre los orígenes intelectuales de la realización del Historical Commentary on Polybius (37-72), permiten dimensionar el alcance de la práctica de Frank Walbank entre la historia y la política en el siglo XX. [1]
Los artículos de John Thornton (213-229), Andrew Erskine (233-245), Michael Sommer (307-318) y Josephine Crawley Quinn (337-352), por su parte, pueden ser consultados con mucho provecho por aquellos lectores interesados en los aspectos político-culturales de la relación entre griegos y romanos en la obra de Polibio. Tomando aportes teóricos de James Scott, y también bien informado de los alcances de las teorías poscoloniales, John Thornton resitúa el debate sobre la actitud prorromana o antirromana de Polibio para buscar entender el sentido político y didáctico de su discurso. [2] Así, pone el acento en la "diplomacia de los derrotados" puesta en práctica por Polibio para, de acuerdo con la tradición política helenística, obligar moralmente a los romanos a ejercer una hegemonía tolerable. En el otro extremo de este diálogo político-cultural al interior de las Historias se encuentra la propuesta de Andrew Erskine en torno al libro VI, para quien Polibio muestra allí a Roma como un modelo de orden y eficiencia, pero además "como una sociedad en la cual todas las partes sirven a los intereses del todo" (231). El correlato de esta construcción es que una rebelión contra el poder romano es imposible.
Michael Sommer, por su parte, indaga acerca de los orígenes del debate abierto por Fergus Millar sobre democracia en Roma, proponiendo como disparador la discusión del grado de comprensión que Polibio tenía de la sociedad romana. El autor explora las características de la "amistad" entre el historiador aqueo y P. Cornelio Escipión Emiliano y concluye que aquel borró el costado romano de la relación, el vínculo de poder que ligaba a los nobiles, y la interpretó desde su posición de griego, por lo que en ese caso su testimonio histórico solo nos habla de la experiencia de Polibio en Roma. Me permito disentir en la afirmación de que Escipión "encarnaba el canon completo de las virtudes romanas" (308), puesto que esto sería solo parcialmente correcto. Por el contrario, Polibio pretendía justamente mostrar que su discípulo no se comportaba de acuerdo a las éthe kaì nómima de los romanos (Plb. XXXI.29.12), lo que es importante porque revela que las costumbres culturales podían ser superadas por líderes que habían sido correctamente educados, en este caso, por Polibio mismo. El estudio de Josephine Crawley Quinn resulta ciertamente inspirador, puesto que reflexiona en qué medida puede reconocerse en las Historias una estrategia tanto literaria como política de unidad donde romanos y griegos pueden llegar a ser copartícipes dentro de la misma comunidad histórica, tanto en calidad de personajes como de lectores. Su perspectiva propone una lectura no lineal de la aceptación de la realidad imperial romana, sino que apunta a una resistencia y redefinición de la idea de imperio por los súbditos. [3]
Otros trabajos apuntan a aspectos historiográficos. Andrew Meadows convincentemente argumenta por un uso más extendido en el tiempo de Arato como fuente, aunque no necesariamente de sus Memorias, sino de algún tipo de diario donde el estadista aqueo habría llevado un registro ordenado de información (91-116). Las fuentes son también el foco de los trabajos de Boris Dreyer (201-211), sobre la presentación de los últimos años de Filipo V, y de Hans Beck sobre la prokataskeuê (117-142). Este último es principalmente un gran aporte para la reflexión sobre la composición de la obra. El artículo contribuye a poner en cuestión no solo la autoridad de Polibio para los hechos narrados en el libro I sino también a entender el alcance de la reproducción de la información que halló en sus fuentes, Filino y Fabio Pictor, pero combinada con una reescritura creativa.
Hans Beck concluye llamando la atención sobre la importancia de "descifrar sus patrones inherentes para seleccionar el material, crear una narrativa y promover cierto sentido" (141), lo cual se enlaza directamente con lo planteado en su momento por James Davidson, quien había reconocido como un desafío la ruptura con la expectativa de "transparencia", de acceso directo a lo descripto, que el texto de las Historias generaba en los historiadores contemporáneos. [4] En ese sentido, la inclusión de los estudios de Craige Champion (143-157), Bruce Gibson (159-179), Brian McGing (181-199) y Christel Müller (267-278) permite a los lectores reconocer la capacidad de Polibio para construir una narrativa compleja y sofisticada. Se muestra de qué modo a través de la misma el historiador fue capaz de, por ejemplo, hacer jugar sus patrones ideológicos construyendo contextos historiográficos ambiguos, dialogar con la obra de Jenofonte para imponer nuevos sentidos a sus lectores, utilizar el tema de la juventud para hacer uso de la focalización con fines didácticos o recurrir a un tópico literario para desarrollar la cuestión de la decadencia. [5] A estos estudios podría sumarse el trabajo de John Marincola (73-90), uno de los máximos especialistas en historiografía antigua, quien propone una atinada relectura de la crítica de Polibio a Filarco en el libro II, explicando que la misma no tenía que ver con las emociones despertadas en sus lectores, sino con la falsedad de los hechos descriptos y, por lo tanto, con la inutilidad de tal narración desde un punto de vista didáctico.
Finalmente, hay otros trabajos que, por cuestiones de tiempo, no serán discutidos. Robin Seager (247-254) aborda los problemas experimentados por Polibio al comprender la constitución romana, mientras que Erich Gruen compara las posiciones del historiador aqueo y Flavio Josefo con respecto al imperio romano (255-265). John Davies nos advierte sobre la importancia de Polibio para obtener información económica sobre el mundo helenístico (319-335). Finalmente hay dos estudios no directamente relacionados con Polibio. El primero de ellos, una reflexión de John Briscoe sobre los errores de Tito Livio al leer a Polibio que, extrañamente, carece de conclusión (117-124). Un estudio verdaderamente interesante de Hans-Ulrich Wiemer sobre Zenón de Rodas y las tradiciones sobre el pasado rodio (279-306).
De todo lo expuesto puede concluirse que los artículos editados en el presente libro por Bruce Gibson y Thomas Harrison tienen una calidad muy alta y significan un verdadero aporte a nuestra comprensión no solo de la obra de Polibio y su época, sino también del legado historiográfico de Frank Walbank, uno de los grandes historiadores ingleses del siglo XX, y del largo alcance de su comentario histórico oxoniense a más de cincuenta años de su publicación.
Notas:
[1] La observación de John Harrison (49, n.7) sobre los comentarios anteriores de las Historias deja de lado una edición con una amplia introducción y comentario del libro II de Piero Treves: Polibio, Livro Secondo delle Storie, Introduzione e Commento di Piero Treves, Napoli 1938.
[2] Scott, J.: Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México 2004 (1990).
[3] No debería acentuarse, sin embargo, la identidad entre el he kath'hemâs thálatta polibiano y el mare nostrum (346, n.40), entendida por Michel Dubuisson como una interferencia referencial (Le latin de Polybe, Paris 1985, 172), puesto que, como ha señalado Tim Rood ("Polybius" (147-164), en I. De Jong, R. Nünlist y A. Bowie (eds.): Narrators, narratees, and narratives in Ancient Greek Literature, Brill, Leiden, 2004, 157), el parecido entre ambas es solo aparente y no implica una adopción del punto de vista romano. Cfr. Theoph., HP I.4.2; 4.6.1; Pl., Phd. 113a8; Arist., Meteor. 356 a.
[4] Davidson, J.: "The Gaze in Polybius' Histories" (10-24), JRS 81, 1991, 10.
[5] El lector debe tener en cuenta que la contribución de Brian McGing constituye una síntesis del capítulo 3 de su monografía (Polybius' Histories, Oxford 2010, 95-128). Donde dice "Attalus" debería decir "Philip V" (183). Bruce Gibson (169) señala que la mención de los mixéllenes entre los mercenarios rebeldes (Plb. I.67.7) debe considerarse un "intento de desechar la presencia de griegos en la Guerra Mercenaria...". En rigor, esto ya ha sido defendido por: Pelegrín Campo, J.: "La representación de los mercenarios en las Historias de Polibio" (61-77), Veleia 17, 2000, 75.
Álvaro Moreno Leoni